miércoles, 13 de abril de 2016

Marc Gómez Pedrosa.
 Después de haber visitado el gimnasio y hablado con el Maestro Eduardo Ruiz De Castañeda, salí de allí con una sensación muy buena, sintiéndome  muy motivado, sentí en ese momento que era mi chance de hacer una cosa extremadamente bien, en mi primer día de clase hizo la presentación del evento, presentarme como nuevo alumno y compañero,  a continuación, el maestro  me puso a su lado, pasando seguidamente a saludar a todos y cada uno de los compañeros, mi emoción  rebosaba de contenido,  clase tras clase y  debido a su talento y experiencia fue más que impresionante seguir entrenando bajo su dirección, entrenar es esencialmente un acto de fe. El alumno/a debe creer en su eficacia, debe estar convencido que entrenando se tornará más fuerte y más rápido, que mediante la repetición sistemática de ciertos movimientos se hará más eficiente y sus músculos soportarán el esfuerzo, más relajados, debe ser un fanático del trabajo duro y suficientemente dedicado como para disfrutar de eso, a fortalecer mis  habilidades técnicas, templar mi espíritu y enderezarme  moralmente hasta día de hoy,  nos inculcó que hay que sembrar por los que no siembran, ya que los profesores tienen que sembrar el deseo de aprender y aguardar esperanzados los frutos de los que seremos testigos presenciales, que las huellas que se puede dejar son para toda la vida, porque aquellos valores en los que creemos, y que defendemos e inculcamos son para siempre, aún después de muchos años solo tenemos que cerrar los ojos para recordar todos esos momentos tan especiales que han afectado nuestra vida de una manera profunda, hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles, eso aprendí de él.
 Por su trayectoria, semblante, por tantos años dedicados a la enseñañanza y a la formación de muchas personas en el mundo del Karate, este más que justo  homenaje llevado a cabo y con el mayor sigilo, una idea que a todos nos rondaba por la cabeza desde hacía mucho tiempo, es una recompensa necesaria para testimoniar nuestro reconocimiento a una persona que ha dedicado toda su vida al karate y a sus alumnos/as.
 Somos afortunados porque hemos disfrutado de su enseñanza y esperamos que sea por mucho tiempo.
  En esta oportunidad quiero reconocer  a Eduardo, como una de las pocas personas  que he tenido el honor de conocer, a quien deseo expresarle mi agradecimiento por que primero fue mi maestro, luego un excelente colega y hoy, un amigo.
Mi gratitud por la enseñanza recibida Maestro.
Atentamente.
Mark.