viernes, 14 de diciembre de 2018

La anarquía es la más alta expresión del orden.

Mucho se nos dice que los anarquistas hemos elegido mal nuestro nombre; que si bien los objetivos son hermosos el nombre nos presenta como agentes del caos, por lo que muy pocos alcanzan a comprender los objetivos revolucionarios que nos hemos propuesto.

No nos detendremos mucho en contestar tales afirmaciones. La mayoría de ellas provienen del desconocimiento de los hechos unas veces, y las otras de gente de mala fe que, interesados en que el pueblo siga siendo su esclavo, no dudan en manchar con mentiras la historia y la filosofía del anarquismo, que saben es su rival a muerte.

La palabra anarquía ha sido tan manipulada para presentarla como sinónimo de caos y desorden que los prejuicios hacia la palabra y hacia los anarquistas son bastante frecuentes, aunque infundados y nacidos del desconocimiento de la palabra y de la manipulación mediática de los órganos de desinformación al servicio del Estado.

El Estado y la cultura aburguesada que se vive en la actualidad tienden siempre a calificar de desorden y caos aquello que no pueden controlar.

Y nos dicen que los anarquistas somos violentos, caóticos y peligrosos.

No es sin duda alguna gratuita esta propaganda: se trata de eliminar todo aquello (y en esto no hacen distinción entre las diferentes tendencias socialistas, sino incluso lo hacen con aquellos movimientos que carecen de toda idea y que se generan por las circunstancias mismas de miseria que se vive en todos los países) que pueda ser una oposición.

Se trata de calumniar y generar en la opinión pública la idea de que solamente el Estado garantiza libertad y justicia al pueblo siendo en realidad todo lo contrario.

No es para sorprenderse el hecho de que sea precisamente el capitalismo (amparado en el Estado) quien genere sus propias crisis económicas y que sea éste mismo quien las “solucione” (solucione a medias, porque es siempre el pueblo quien termina pagándolas).

Se trata de la vieja táctica de pegar sin mostrar la mano, y que cuando haya una incomodidad del atacado venga cual súper héroe el capitalismo para salvarle. Se genera de esta forma una dependencia del pueblo hacia sus mismos verdugos, pensando en que son ellos quienes le han salvado.

Se pretende convencer de que sin Estado (y esto lo pretenden desde la derecha hasta las tendencias socialistas inspiradas por el principio del Estado) el ser humano caería en el caos, la desesperación, el hambre y la miseria… ¡Pero es precisamente eso lo que estamos viviendo ahora bajo la tutela del Estado!

¿A qué se puede temer entonces? Cualesquiera que fueran los fallos salidos de una revolución antiestatista son mil veces preferibles al estado en que nos encontramos los pobres de todo el mundo.

No temamos a que la revolución nos lleve al caos; estamos ya en pleno caos. La revolución social anarquista será el pistoletazo de salida para la creación de una sociedad donde las desigualdades, las injusticias y las miserias que imperan en todo régimen de gobierno desaparezcan para dar paso a una sociedad donde la justicia, la libertad y el progreso sean una constante.

Declaramos la guerra a todo tipo de Estado precisamente porque vivimos en esas condiciones de caos y miseria a las que tanto se teme.

Defender el “orden” actual y tachar a los anarquistas de caóticos es remachar las cadenas de miseria y desigualdad en que vivimos.

Deseamos la destrucción de este estado de cosas, precisamente porque deseamos el orden que en la situación actual no se encuentra por ningún lado.

Cuál es el orden que los anarquistas proponemos?

Es un orden que no ha salido de una institución, que no es ordenado por un presunto iluminado, que no es dirigido por nadie, sino que parte de la iniciativa de todos los involucrados.

Es el orden donde en cada región los trabajadores toman los medios de producción, estos a su vez se abren al libre uso de ellos por los mismos trabajadores, que los hacen funcionar de acuerdo a las necesidades del pueblo.

Los productos obtenidos mediante el trabajo son de propiedad colectiva; nadie puede acumular riquezas, porque todo es de todos.

A cambio de laborar un par de horas en un oficio (10), con las mejores herramientas, los adelantos tecnológicos, en condiciones de higiene y seguridad, todo trabajador tiene aseguradas sus necesidades de calzado, alimento, vestido, productos de uso cotidiano, y en general todo aquello de que tenga necesidad.

Las comunas así organizadas se federan entre sí para intercambios de productos y servicios, solidaridad y cuestiones que consideren pertinentes. No existen los líderes: los delegados no tienen ningún tipo de poder y responden directamente ante sus comunas. No existe una institución que lo dirija todo: cada comuna organiza sus servicios de acuerdo a sus necesidades y libremente acordado por sus miembros.

Desaparecida la propiedad privada, el robo y la riqueza pierden sentido de ser, porque todo será de todos y todos tendremos derecho al consumo a cambio de trabajar. Desaparecidos los principales puntales del crimen (Estado, capital, propiedad privada, clero) la policía y el ejército desaparecen como instituciones. Los oficios de abogados, de jueces, de celadores, curas y cosas parecidas desaparecen, porque con el aplastamiento del Estado, la desaparición de la propiedad privada y del régimen del salariado, desaparecen igualmente la ley, la autoridad.

Ese orden que se cree imposible por gente de buenos sentimientos pero de gran escepticismo, ha sido posible en varias etapas de la historia. Quienes teman dar un paso tan grande deben preguntarse “¿Acaso hay algo que perder?”

No podemos asegurar que en una sociedad constituida sin Estado y sin autoridad no vaya a tener errores ¡Somos humanos!

Pero esos errores nunca llevarán a un estado social como el que actualmente padecemos, donde existe de todo, menos orden, justicia, libertad ni equidad.

Tal orden, al no partir de ningún centro, será una serie de orden en todos lados. Una sociedad así constituida bajo la Libertad no tendrá en su camino mayor freno que el de sus propias fuerzas, y para lo cual se apoyará a sí misma entre todos sus miembros para superarlo.

El lema del sistema actual es: avaricia, codicia, destrucción y muerte para conseguirlo, esclavitud y hambre para perpetuarlo. Cárceles, violencia y asesinatos para asegurarlo.

El lema de una sociedad anarquista será: Libertad, justicia y equidad para todos y todas. Voluntad, progreso y ciencia para perpetuarla. Solidaridad, apoyo mutuo y fraternidad para asegurarla.

¡Y aún habrá quienes nos tengan por agentes del desorden!

Dejemos que los ríos suenen, ello indica que llevan agua.

¡Caóticos y propagadores del desorden aquellos que defiendan este estado actual de podredumbre y miseria! ¡Utopistas aquellos que piensan que se puede vivir bajo el Estado! ¡Ilusos aquellos que piensen que esto no reventará dadas las condiciones en las que vivimos!

Por la revolución social, por la destrucción del Estado, por la anarquía.

VIVA LA REVOLUCION !